Hace muchísimo tiempo, a un joven aprendiz le encargan la misión de llevar un poquito de felicidad a la vida de las personas, misión que acepta
con gusto pues tiene la inclinación necesaria para cumplirla pues desde
el momento de su nacimiento, en todo veía un motivo para ser feliz. Y
así emprende su camino. Por todo lugar donde pasaba llevaba felicidad y
hacia que las personas vean en si mismos que podían ser felices, les
mostraba que en todo lo que existía en el universo había una razón para
ser felices.
Un día, llegó a
un pueblo en el cual existía mucha tristeza, todos quienes caminaban lo
hacían con tristeza, sin ilusión. En el momento que ingresó a este
pueblo, de forma extraña empezó a sentirse triste, nunca había
experimentado semejante tristeza, pues, aun siendo joven había visto
siempre felicidad en todo. Y así es como comenzó a tambalear en su misión pues se contagió de tristeza.
Cierto día, en
la madrugada, escuchó un grillo cantar y se pregunto como así un grillo
podía cantar dentro de toda la tristeza que existía en el mundo; de
pronto escucho una voz que decía:
“Ay los grillos… su crik crik nos alegra el alma.”
“Ay los grillos… su crik crik nos alegra el alma.”
Era su voz interior que también le dijo:
“Acaso aun no te das cuenta que la felicidad no radica en el exterior, sino en el interior de todo ser? Ella radica en su energía divina”.
Esa misma voz
interior le explicó que era así como el grillo podía cantar, pues su
función era cantar y su energía vital no se detendría, el grillo no
ganaba nada al hacerlo, sólo lo hacia pues nació para ser el pájaro de
la noche, aquellos que alegran a todos quienes caminan en la noche
obscura con su canto.
Entonces el
joven peregrino recién pudo entender que su felicidad no radicaba en el
exterior y que podía encontrarla dentro de el. Que aun tenía mucho que
aprender y que su misión era demostrarle al mundo lo que el universo le
había enseñado.
Y así, al
amanecer, salio caminando por las calles del pueblo, y como el grillo le
enseñó, les mostraba que todos tenemos esa parte de felicidad dentro. Sólo hay que dejar que se manifieste.
Aprendió así una gran lección: Que la felicidad radica en todos nosotros.
Y que no
importa lo que suceda en el mundo, uno puede mantener la misión de
siempre ser feliz. Y que si algún día tambalea y cae, escuchar a los
grillos cantar se lo recordarían.
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